"Pablo Sela: Un relato controvertido que desafía lo convencional | Cultura | EL PAÍS"
Es la cuestión que siempre surge en cursos, seminarios y conferencias: ¿qué función desempeñan actualmente los periodistas musicales en los principales medios de comunicación? En el pasado, era aceptable que se descubrieran artistas emergentes o que se exploraran géneros poco conocidos. Sin embargo, en la era de las celebridades, es imperativo centrarse en las figuras exitosas con la más mínima justificación (gira, lanzamiento de álbum, reedición, documental). Además, es recomendable unir dos grandes nombres en el titular: “La opinión de David Gilmour sobre Motörhead”.
Lo mismo en el expansivo mercado del libro musical. Cada mes sale al menos un nuevo tomo sobre The Beatles, Dylan, Bowie. Y sí, ocasionalmente ofrecen perspectivas frescas, pero uno desearía historias que huyan del sobado arco narrativo de auge, caída y redención. Se agradecen las aportaciones de personajes periféricos, presentes en las grandes sagas. Y también las crónicas de los perdedores.
No hablo necesariamente de la fascinación morbosa por los malditos, que también merece un correctivo. Me refiero a títulos como Sólo soy yo. Confesiones de Pablo Sela “Coy” (Cultropía). El difunto Pablo Sela no tenía estatura de figura de culto. Todo lo más, una nota a pie de página en la historia de La Movida, como motor de Zoquillos, otro de tantos aspirantes al título de “los Ramones españoles”; Pablo, alto y guapote, es recordado también como el primer novio de Alaska.